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martes, 20 de agosto de 2013

leyendas gallegas (2)


La mujer lobo



Habí­a allá en tiempos en Galicia un padre que tení­a muchas hijas y una de ellas comí­a mucha carne, cuanto más le daban, más comí­a.
Y un dí­a el padre le dijo:
Aún vayas al monte a comer carne con los lobos.
Fue palabra maldita, pues aquella misma noche desapareció sin dejar rastro alguno. Salió y allí­ cerca entró en trance y se convirtió en un hada y a veces andaba de lobo y otras de mujer.
Fue andando, andando hasta que llego al Cebreiro y a las Canellas de Agras de Tosende (Ourense ). Por estos montes anduvo mucho tiempo de capitana de los lobos, haciendo muchos estragos en las haciendas y en la gente (esto cuando estaba de loba). Su paradero era en el monte del Cebreiro.
Cuando estaba de mujer encendí­a el fuego y los lobos se juntaban alrededor de ella, y no les dejaba hacer daño a nadie.
Una vez que vení­an los arrieros de Portugal con su cargamento, los lobos se los querí­an comer pero ella nos les dejaba, diciéndoles:

Quietos, dejadlos pasar .
Así­ anduvo mucho tiempo, hasta que le levantaron el hechizo.
Le gustaba ir a comer harina a un molino, pero una vez coincidió que el amo del molino estaba dentro, ella se quiso meter por debajo de la puerta , como siempre, y al meter una pata, la vio el molinero y con una navaja se la quiso cortar, al empezar a cortar, ella dio un grito y se convirtió en mujer.
Así­ que se vio mujer , trató de volver a su casa, preguntando de pueblo en pueblo hasta que llegó a la casa donde la recibieron los suyos con mucha alegrí­a.
El verano siguiente, los de Tosende fueron casualmente a segar al pueblo donde ella viví­a; Entonces ésta les preguntó de dónde eran , le dijeron que eran de Tosende y de Aguí­s:
Pues esos pueblos los conozco yo bien , y conozco el Cebreiro y las Canellas de Agra.
Ellos le preguntaron que por qué conocí­a esos pueblos.
Pues tuve que andar por allí­ de hada haciendo muchos estragos y por ninguno tuve tanta pena como por un niño que me comí­, y mientras lo despedazaba, él me miraba a la cara riéndose.
Los segadores le dijeron que aún se hablaba por allí­ de esa hada y ahora estaban muy a gusto desde que ella ya no estaba.

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